La palabra apego (Cariño, afecto), viene
de apegar, compuesto por el sufijo a (hacia) y pego (pegar). El apego no es ni
más ni menos que un pegamento emocional, compuesto por dos ingredientes
activos. Oxitocina y ego. No es el objetivo de este artículo comentar el
complejo funcionamiento de la oxitocina en nuestro cerebro, pero sí del ego y
del apego. Volviendo al apego, es ese estado emocional de relaciones
compulsivas que nos aferran a personas o cosas y que, en primer lugar: Pensamos
que sin esas personas o cosas no podríamos vivir y en segundo lugar, todo ello
nos pertenece. Por lo tanto si nos pertenecen y no podemos vivir sin ellas,
cuando las perdemos, o nos las quitan, nos sentimos inseguros, desdichados e
infelices.
Lo positivo del apego, y gracias a la
oxitocina que produce nuestro cerebro, es el sentimiento de placer y
felicidad que nos producen determinadas situaciones. Por eso cuando
obtenemos cosas materiales nos sentimos tan bien o cuando recibimos cariño y
amor obtenemos un estado de bienestar. El problema del apego viene manifestado
por los sentimientos negativos y de amenaza constante que nos produce el
“pensamiento” de perder ese objeto o esa relación que tan bien nos hace sentir.
Pero no todo es malo ya que es la mente la que está creando estas
creencias y como tal podemos programarla para desconectar la creencia de posesión.
Lo material
Analiza aquellos
objetos materiales o situaciones a los que estás aferrado y que desprenderte de
ellos te haría sentirte mal e inseguro. Haz una lista valorando del cero (menos
importante) al diez (más importante) la importancia que le das a esos objetos
(casa, coche, móvil, televisión, etc.). Date las gracias a ti y a la vida por
permitirte usar esos objetos y piensa que tarde o temprano se romperán, los
robarán o simplemente dejarás de quererlos por otros nuevos o más modernos.
Empieza por los de menos valor y admite que es un autoengaño pensar que todo te
pertenece. Disfruta de su utilización no de su posesión.
Las personas
Con las personas
ocurre exactamente lo mismo. El secreto está en AMAR, no en querer. Cuando
quieres es posesión, cuando amas es libertad, es generosidad, es aprendizaje. A
veces les echamos el lazo a determinadas personas pensando que nos pertenecen,
son nuestras para siempre y las queremos para nosotros, nuestro disfrute,
nuestra felicidad (egoísmo). Lo mejor que puedes hacer con las personas es
amarlas libremente, amarlas con la madurez suficiente para pensar que son
personas libres, con poder de decisión y de elegir su propio camino. Cuando
piensas que las personas te pertenecen, los celos, los miedos, las inseguridades
florecen de tal manera que la relación se vuelve desdichada.
¿Qué tiene que ver
esto con los emprendedores o con el mundo de la empresa?, os preguntaréis.
TODO, dentro de un emprendedor hay una persona que si es capaz de manejar sus
emociones, su equilibrio y su vida, será capaz, muy probablemente, de liderar
cualquier proyecto.
Vinimos a este mundo,
desnudos, sin maletas, sin mochilas, sin experiencias, sin posesiones. Algunos
incluso llegaron a este mundo sin amor, sin planificación, sin quererlo por parte
de sus padres. Una de las lecciones más importantes que nos enseña la vida es
que nos iremos de este mundo igual que vinimos, sin la posibilidad de usar
maletas, mochilas, posesiones, solo nos llevamos la experiencia vivida y la
marca que hemos dejado en la memoria de nuestros amigos, familiares o la
sociedad. Entonces me pregunto, por qué te aferras a eso que no vas a poder
disfrutar en tu lecho de muerte, por qué ese sufrimiento constante por algo que
un día seguro te será arrebatado. ¿No es más fácil disfrutar de lo material y
de las personas teniendo la plena consciencia que nada nos pertenece, que todas
las cosas cambian y ninguna es permanente?
Marcavirtual
Y en cambio siempre nos resultará dificilísimo aceptar perder aquello que estamos obligados a perder e igualmente nos resultará facilísimo desapegarnos de aquello que ha dejado de interesarnos, y quien dice aquello dice aquél o aquella... va en la naturaleza humana y ya se sabe que la naturaleza es tan sabia como intransigente a veces, y se empeña en ponernos a prueba a la mínima oportunidad.
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