martes, 5 de febrero de 2013
Que se mueran los feos...
Talento, talento y más talento. En los últimos años ha sido un término frecuente entre las empresas. Se buscan por todas partes, intentando encontrar la palanca que impulse a la organización hacia el éxito. El sector deportivo no ha sido ajeno a esta tendencia. Más concretamente en el mercado del fitness, el éxito deportivo puede convertirse en el reclamo para atraer a más clientela. Sin embargo, pocos sabrían definir con nitidez ¿qué es en verdad el talento?
Las personas que trabajan en los centros deportivos y en especial los instructores de clases, intentan mantenerse en forma y cuidar su imagen. Saben que son modelos a imitar para el cliente. Pero cuando el estado físico comienza su declive, la sensación de haber puesto fecha de caducidad a tu labor profesional se acrecienta.
En el ámbito deportivo, los resultados te marcan este camino. La carrera deportiva es corta y hay que aprovecharla al máximo. Sin embargo, la carrera de vida profesional es larga y cuando el denominado talento se basa en el rendimiento físico o la imagen es cuando se produce una crisis en la persona que la obligaría a reconducir su trayectoria.
El talento parece ser la combinación entre un desempeño profesional exitoso y la probabilidad de que este se siga repitiendo en el futuro. Se trata por tanto de un pronóstico de futuro. Evidentemente, cuando un trabajador/a joven y en perfecta forma física se incorpora a nuestra plantilla podríamos decir que tiene talento porque durante unos años, esta condición será muy probable que se mantenga y que contribuya al éxito de la empresa.
Si nos situamos en la óptica del instructor, probablemente intentará eludir la pregunta de ¿cuánto me queda?. Es algo así como la reticencia a reconocer que si nuestro valor en el mercado está basado en el físico, la cuenta atrás ya ha comenzado.
La teoría de la restricción de Goldratt explica que cualquier sistema tiene solo una limitación operativa que impide que este sistema funcione de forma óptima para alcanzar una meta que persigue. Si aplicamos este planteamiento en el mundo de las organizaciones, sabemos que cuando nos convirtamos en el eslabón débil de la empresa probablemente tengamos los días contados porque además; el llamado talento se está basando en el físico y éste con el tiempo se ve mermado.
Pero, ¿quién define las cualidades del talento?, ¿cuántos excelentes trabajadores se han marchado de la empresa y han seguido triunfando en otras facetas o en la misma gracias a su adaptación?.
Para una empresa, tener un equipo con talento es tener capacidad de adaptación a los cambios. Es saber que tu gente esta disponible para afrontar los cambios. De nada sirve tener al trabajador más joven y físicamente perfecto, si cuando toca cambiar de horarios una clase o aumentar el número de clientes en la misma, nos responde con reticencias. Entonces, ¿es correcto que el talento sea cuestión de físico?.
Las organizaciones al igual que las personas, experimentan cambios a lo largo de su vida. En una relación de pareja, cuando somos jóvenes, nos sentimos atraídos por las características físicas. Con los años, el centro de atención se va alejando poco a poco del físico, descubriendo otras cualidades como la empatía, el sentido del humor, la ternura; todas ellas mucho más duraderas y donde los años vividos con experiencia le aportan un nuevo valor. Decía el escritor Francisco Umbral que “el talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia”.
Otra de las piezas de este puzzle son los propios clientes. ¿Alguién les ha preguntado qué es lo que valoran de nuestro servicio?. Son muchos los estudios que muestran que la experiencia del contacto con nuestro personal es uno de los motivos claves de fidelización. Por ello, dependerá también de la edad, del sexo y de las necesidades del cliente como podremos descubrir cuáles son realmente las características del talento de nuestra organización, de nuestra plantilla y de nuestros clientes.
Con todo ello, ahora es turno de actuar. Por parte de las organizaciones, llega el momento de reflexionar sobre los puntos fuertes de la misma y sobre el grado de congruencia de la percepción sobre los mismos que tiene la dirección, los clientes y el propio personal. Descubrirlo nos llevará a aprender qué debemos seguir cultivando para seguir siendo talentosos y planificar el itinerario profesional para el mismo. Así, un instructor que durante años ha sabido adaptarse a los cambios y desplegado sus habilidades sociales podrá seguir haciéndolo impartiendo otras actividades menos exigentes físicamente u ocupando puestos que ayuden a los demás a seguir cultivando su talento personal y el de la organización. De la misma manera, si queremos acompañar a los clientes en su trayectoria de vida, será la propia organización la que deba adaptarse con nuevas actividades, horarios etc.
Es momento de complementar aquella teoría de Goldratt, y no centrar los esfuerzos exclusivamente en el eslabón débil, sino en fortalecer a todos aquellos eslabones y características que otorgan el valor añadido a la organización.
En definitiva, las relaciones humanas no es solo cuestión de modas. Los servicios deportivos se caracterizan en buena parte por el intercambio personal. Así es que la próxima vez que decidas etiquetar a alguien de talento o no talento, piénsatelo bien.
http://rrhhdigital.com/ampliada.php?sec=46&id=90357
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