El hermano de Roberto murió hace un año, en Granada. «Fue una larga enfermedad, pero lo llevó muy bien, con buen ánimo, hasta el último día». Roberto recorrió todo el protocolo funerario propio de una despedida de este calibre: entierro en el pueblo, rellenar papeles sanitarios y bancarios, resolver herencias con la familia, ayudar a su cuñada con los hijos...
«En fin, lo que hay que hacer en estas cosas», explica. Pero hubo una cosa que no hizo. Algo para lo que nadie le había preparado en sus más de cincuenta años de experiencia: «No borré a mi hermano de los contactos del móvil ni tampoco de los del WhatsApp. Estuve así hasta la semana pasada. Por pena, por melancolía, supongo. Pero pasó una cosa que me obligó a borrarlo: se conectó».
No se trata de espiritismo ni de ningún misterio tecnológico inexplicable. De hecho, es muy lógico: las compañías telefónicas otorgan los números de móvil que se dan de baja a nuevos clientes. Esto provoca que muchos usuarios descubran entre sus contactos gente que no conocen o, como en el caso de Roberto, personas que ya fallecieron. La inmensa variedad de funciones que posibilita un 'smartphone' crea lazos que van mucho más allá de una tradicional llamada. Ahora hay cientos de aplicaciones vinculadas con el número de teléfono, como el WhatsApp, que, un día, pueden sorprendernos.
Cuando Roberto descubrió que su hermano aparecía como 'conectado', prestó atención a su estado: «¡En las alturas!», leyó. La broma le supo de mal gusto y escribió un mensaje a toda velocidad:
-¡¿Se puede saber quién eres?!
-Soy Ramón... ¿tú?
-Roberto. ¿De dónde eres?
-De Zaragoza... ¿te conozco?
-No. Perdona. Este número era de mi hermano.
-¡Joder! Lo siento tío, es nuevo.
Santiago, también granadino, no tardó ni diez días en descubrir que su padre se había reencarnado en WhatsApp en un revolucionario. «Me apereció como conectado, con el estado 'Armas para el pueblo' y me entró la risa. De verdad, no podía parar de reír. Estaba alucinado pero también me reía. ¿Qué estaba pasando? Me decidí a escribirle y esta fue la conversación -muestra la pantalla-»:
-¿Hola?
-...
-¿Eres...?
-¿Y a ti qué cojo**s te importa?
-Ok. Perdona.
«¿Te lo puedes creer?», pregunta Santiago, «menos mal que yo me lo tomó con buen humor, porque esto podría darle un buen susto a más de uno».
Pues me temo que todo esto pasará más de una vez y más de dos... porque Whatsapp se rige por el número de móvil (así no te escapas de pagar).
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